
En el contexto colombiano, el término "Cero Emisiones Netas" corre el riesgo de convertirse en ruido de fondo debido a la frecuencia de anuncios corporativos y políticas públicas en constante cambio. Este ambiente ha generado un escepticismo creciente entre el público y los periodistas. Para las empresas y organizaciones, comunicar la descarbonización ha dejado de ser solo una cuestión de reputación ambiental para convertirse en un requisito fundamental de licencia social para operar. Pero el verdadero reto consiste en transformar la promesa abstracta en una narrativa mediática que genere confianza y relevancia.
El principal error es utilizar tecnicismos globales que no conectan con la cotidianidad de los ciudadanos de Bogotá, Medellín o el Caribe. Las cifras de toneladas métricas de CO2e carecen de significado para la mayoría; en cambio, es fundamental vincular las emisiones con realidades locales y tangibles. Es preferible comunicar en equivalencias comprensibles, como comparar la reducción de emisiones con la salida de circulación de autobuses o la preservación de hectáreas de bosque andino. La clave está en relacionar el carbono con elementos esenciales de la biodiversidad colombiana como el agua, los páramos y los bosques. Una estrategia de cero emisiones que no aborde la protección del capital natural nacional estará incompleta desde el punto de vista comunicativo.
Los medios de comunicación en Colombia están cada vez más preparados para detectar el "lavado de imagen verde". Anunciar metas a largo plazo, como el 2050, sin planes claros para el corto plazo, por ejemplo, el 2025, invita al escepticismo y puede derivar en crisis reputacionales. Es fundamental comunicar no solo el objetivo final, sino también la hoja de ruta y los pasos intermedios. Admitir las dificultades técnicas es estratégico: reconocer que aún no se cuenta con la tecnología para descarbonizar el 10% de una operación, pero que se están haciendo inversiones en investigación y desarrollo, genera más credibilidad que la perfección aparente. Además, cualquier declaración de carbono neutralidad debe ir acompañada de la correspondiente verificación por parte de entidades certificadoras reconocidas.
En Colombia, la dimensión ambiental está intrínsecamente ligada a la social. Una estrategia de cero emisiones que excluya a las comunidades puede ser vista como elitista o desconectada. Es preferible comunicar a través de historias reales, por ejemplo, narrando el caso de un caficultor que utiliza energía solar o el de una comunidad en el Chocó que protege el bosque como parte de programas de compensación. Además, es esencial enfatizar que la transición hacia cero emisiones no deja a nadie atrás, considerando empleos y proveedores locales como parte integral del proceso de cambio.
Uno de los aspectos más delicados es la distinción entre reducción y compensación de emisiones. Muchos medios critican a las empresas que simplemente compran bonos de carbono sin modificar sus procesos productivos. La comunicación debe seguir una jerarquía clara: primero, explicar las acciones para evitar emisiones mediante eficiencia; luego, detallar los esfuerzos por reducir emisiones a través de cambios tecnológicos o energéticos; y solo finalmente, comunicar cómo se compensan las emisiones residuales. Es importante recalcar que la compensación es el último recurso, no la estrategia principal.
El CEO no siempre es el vocero más creíble para hablar de sostenibilidad. En muchas ocasiones, la voz del Gerente de Sostenibilidad o la del Ingeniero de Planta resulta más auténtica para los medios y el público. Además, los voceros deben estar preparados para responder preguntas difíciles sobre costos, impacto en precios o consecuencias en caso de incumplimiento. Validar el mensaje a través de alianzas con terceros, como ONGs, academia o gremios empresariales, otorga mayor legitimidad y solidez al discurso.
Comunicar la meta de 'Cero Emisiones Netas' en Colombia exige menos marketing y más pedagogía. Es clave aterrizar la meta global en beneficios locales, ser transparente respecto a los desafíos y poner a las personas en el centro de la agenda climática. El objetivo no es buscar reconocimiento por promesas, sino generar confianza a través de avances concretos y demostrables.
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